Edén

En el libro gnóstico llamado "Libro de Baruch", de origen sirio del siglo II d.C.,  se relata la revelación del origen del mundo y su caída. En él se dice que el mundo está organizado en tres niveles: el superior está regido por Príapo, el protector de la creación; el intermedio por Elhoim, el padre, señor de los seres creados; y en el inferior la diosa Edén, medio mujer y medio serpiente. 

La engañosa y lúbrica Edén representa la la maldad y perversión origen de todos los males de la humanidad. 

Elohim se enamora de Edén y, de su unión nacen los doce ángeles que rigen el cielo y que dan vueltas entorno a él. También engendraron a Baruch y a Naas. Y de su unión nacieron Adán y Eva y, de estos, toda la humanidad que heredó el aliento de Elhoim y el principio de la vida de Edén. 

Elhoim, finalmente, se separó de Edén y esta, enfurecida, trató de seducirle de nuevo para lo que se engalanó con toda su belleza y se rodeó de los ángeles celestiales con todo su fulgor. Como sea que Elohim resistió sus encantos, Edén se dedicó desde entonces a golpear el residuo del aliento de Elohim que se mantenía presente en los hombres. Así envió a Babel-Afrodita para que suscitara todos los dramas de amor entre los hombres y las mujeres, así como la tristeza de las separaciones y de los adulterios. Apareció entonces el apóstol Juan que acababa de llegar a la ciudad y invocó a Sabaoth Ael para que abriera el abismo y se tragara a la Equidna y a todos los idólatras de la ciudad, como así se hizo.