Dragón marino de Etiopía
En un mito griego se narra que había un rey etíope que se llamaba Cefeo y cuya esposa, Casiopea, se jactaba en ser más hermosa que las propias Nereidas del mar. Éstas se quejaron a Poseidón que decidió enviar un dragón marino para que provocara una inundación con la que devastar la costa del reino.
El rey Cefeo consultó con el oráculo de Amón que le dictaminó que la única esperanza de salvación era sacrificar a su hija Andròmeda al monstruo. Para ello la encadenaron, desnuda y engalanada con sus joyas, en una roca junto al mar y esperaron a que el monstruo la devorara. En aquel momento pasó volando, calzado con sus sandalias mágicas, el joven Perseo que al instante se enamoró de la belleza de Andromeda. Preguntó por la situación de la joven y, al enterarse, consulto a sus padres si le concederían la mano de ella a cambio de liberarles del monstruo.
Como sea que los padres accedieron, se elevó de nuevo para atacar al monstruo. Éste, que había sacado su cabeza del mar, al ver la sombra de Perseo sobre las olas creyó que le atacaban desde la superficie y no miró hacia lo alto. Lo que aprovechó Perseo para cortarle la cabeza con su hoz y conseguir, a continuación, casarse con la princesa.