Dragón de la Cólquide
En la mitología griega se narra la historia de un dragón, nacido de la sangre de Tifón, repugnante e inmortal, que enrollaba su cola con más de mil vueltas. Este dragón tenía por encargo el vigilar el Vellocino de Oro que se encontraba atado a un roble situado en la región de la Cólquida.
El argonauta Jasón reclamó al rey Eetes la piel del Vellocino de Oro, pero éste le puso la condición de robarlo mientras el dragón estuviera dormido. El rey sabía que el dragón dormía con los ojos abiertos y que sólo los cerraba para engañar a incautos. Sin embargo la princesa Medea , que oyó la estratagema de su padre, se la contó a su marido Jasón, por lo que éste con sus amigos argonautas, esperaron a que Medea con sus pócimas durmiera al dragón, antes de acercársele. Una vez dormido desataron el Vellocino de oro y huyeron rápidamente hasta su embarcación.
Según otra tradición el dragón era un monstruo marino que engulló a Jasón en su primer encuentro y que, por la intercesión de Atenea, fue devuelto por su boca como se muestra en muchos grabados.