Dragón de San Jorge

Cerca de la ciudad de Silca había un lago, del que se abastecían de agua sus habitantes. En una cueva cercana al mismo se había instalado un enorme dragón que, además de aterrorizar a los campesinos de la comarca, envenenaba el agua con su aliento pestilente.

Los habitantes de la ciudad, desesperados por los efectos de la escasez de agua para la cosecha y los ganados, decidieron entregar al dragón, un cordero y una doncella cada día, con el fin de aplacar su voracidad y conseguir que se marchara.

Un día, siguiendo el turno establecido, le tocó ser ofrecida a la hija del rey de la ciudad. Cuando ésta, acompañada del cordero, se dirigía hacia el lago donde habitaba el dragón, se encontró con el caballero Jorge. Al ser interrogada sobre su llanto y desespero, la princesa, le contó la historia del dragón que apestaba la región y le suplicó que se marchara de tan terrible lugar. 

Mientras hablaban, apareció el dragón rugiendo como una tempestad y echando fuego por sus fauces abiertas. El caballero no se arredró y, montando en su caballo blanco, se dirigió contra el dragón clavándole su lanza a través de su enorme boca abierta.

Entonces descabalgó y pidió, a la princesa, el cinturón que ceñía su ropa, con el que ató al dragón por el cuello y, de esta forma, lo llevaron caminando como un perro, hasta la ciudad, donde lo mató delante de toda su población. La cual, maravillada por su hazaña,  accedió a ser bautizada y convertida al cristianismo.