Tannin
Se narra en la Biblia que, en tiempos del exilio, reinaba en Babilonia el rey Ciro que tenía en gran estima al profeta Daniel con el que discutía frecuentemente sobre el poder de sus respectivos dioses: Bel y Yahvé. Sostenía Daniel que su dios era inmortal mientras que los dioses de los persas no lo eran.
Existía por aquel entonces en Babilonia un gran dragón, llamado Tannín, al que mantenían los sacerdotes de Bel en su templo para su culto y devoción. Ciro instó a Daniel para que lo adorase, ya que aquel dragón vivía desde tiempos inmemoriales y era inmortal. Daniel dijo que él era capaz de matarlo sin ayuda de espada, ni de clava, ni de arma alguna.
Aquella noche Daniel hizo hervir goma, grasa y pelos. Con la masa resultante formó varias bolas que se llevó para darlas de comer al dragón y, cuando este se las comió, se hincharon en su estómago hasta reventar, produciéndole la muerte. Daniel demostró así la superioridad de su dios que no podía morir.